La dispersión
Daniel Bourdon, Fata Morgana, Francia, 2002.
Breves, poéticos y plenos de guiños son los nueve
relatos de este libro. Se construyen a partir de muy pocos elementos; quizás
sea la no referencialidad ni espacial ni temporal el hilo conductor, sobre todo
una invitación al disfrute de la palabra y sus vínculos…
Las situaciones creadas sirven para dar imagen a la reflexión o desencadenar asociaciones oníricas. Un narrador omnisciente algo esquivo, a
veces testigo distraído o protagonista
muy a su pesar, nos va dejando el mínimo de pistas para que avancemos a
tientas seducidos por la evocación poética. El lenguaje es el verdadero
protagonista; indagar sobre sus orígenes y hechura un móvil frecuente. El
hombre y sus pocos referentes sirven entonces de metáforas para la reflexión
metafísica de la palabra.
Una vez cautivos en este sistema narrativo, el lector
recuerda entonces que está hecho de palabras, también inscrito en la realidad y
en la memoria gracias a los signos; y como en un policíaco nos toca indagar y seguir
pistas… ¿acaso seamos - como los personajes de dos de los que me parece mejores relatos del
libro: “La celda” y “El arte de la cartografía”- presos de nuestra propia textualidad?
En “La celda” el personaje debe confesar algo que
desconoce, sus torturadores le facilitan material para escribir, el personaje,
escribe para sobrevivir, e inscribe en los muros de la celda para recordar lo
que escribe día a día, hasta ir creando un complejo sistema de signos para no
olvidar lo que antes ha confesado. El laberinto de signos va ocupando su encierro
y liberando el día a día.
En “El arte de la cartografía” el personaje habita una
ciudad como Venecia, y se ha dado a la tarea de registrar en meticulosos mapas
cada detalle y cambio de sus calles, casas y residentes. La titánica tarea de una
memoria total acaba como en “Funes el memorioso”, de Borges, por borrar al
sujeto cuyo exigente oficio de cartógrafo le ha impedido llevar una vida.
Así en la obra de Bourdon se siente una
especie de necesidad de escribir y un impulso inmediato por borrar lo ya inscrito.
Una tensión que parece obrar al interior de cada relato: libros reseñados, pero
nunca publicados, proyectos de revistas literarias que no se concretan, autores
que niegan su obra. Escribe a pesar de sí, como arrepentido de nombrar se
retracta para devolver la dimensión misteriosa -¿mística?- a la palabra.
Por lo pronto, no nos queda sino desear una pronta
traducción al español y publicación de un conjunto de relatos de Daniel
Bourdon.
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