Un millón de gotas,
novela negra, llena de misterios y desgracias, en la que se puede descubrir
otra parte de esa oscura historia humana. Una novela que el lector no puede
dejar de lado y que lo sumerge en un viaje por el tiempo y el espacio. Llama la
atención leer los conflictos de cada personaje. No son humanos beátos, son
personas llenas de ambigüedades y contradicciones. Víctor del Árbol nos
presenta personajes tan humanos que se balancéan entre la bondad y el odio, la
grandeza y la humillación, entre el heroísmo y la paranoia.
A través de esa ambiguedad, el autor nos
confirma una certidumbre : la historia humana, aterradora y cruel se
repite, cada ser humano puede ser tan bueno como malvado, cada uno puede albergar
un oscuro deseo. Así como es presentado el enigmático personaje de Elías Gil
« Esa calma no era resignación y tampoco cabía
confundirla con la frialdad cruel y asesina de Ígor Sern. Tenía más que ver con
un agujero dentro, como un disparo que sangraba en el interior de su alma y que
se hacía más y más grande, un silencio oscuro, profundo, sólido. Las partes de
Elías que podían sufrir, temer o incluso sentir amor estaban cercenadas,
colgaban de ese silencio como miembros descoyuntados que ya no tenían utilidad.
Ya no cabía la amargura ni el reproche. Comprendía que la inmensidad de lo que
le había ocurrido a él le había sucedido antes a otros miles, no aquí, en la
Unión Soviética, sino en cualquier rincón del mundo donde hubiese seres
humanos. Y después les pasaría a otros miles, a millones quizá. Morirían sin
razón, o por razones absurdas, la gente se aferraría a las banderas, a los
himnos, a las trincheras. Matarían, morderían, destrozarían cuanto se
interpusiera entre ellos y la vida. Y eso no sería ni bueno ni malo. »
Así Víctor del Árbol, en su
novela Un millón de gotas nos habla de las guerras, de los campos de
concentración. La matrioska, un enemigo invisible, nos permite viajar por los
campos de concentración de Rusia de
1930, por la frontera de España con Francia durante la Guerra Civil española y
nos hace un recorrido por una europa del siglo XX convulsionada, llena de
historia, de cambios, de muertes y nos muestra hasta qué punto el pasado
continúa forjando nuestro presente. Una tragedia, que nos toca la piel y nos
hace en ocaciones alejar el libro, para no ver ni sentir esa crueldad casi
animal de la que son capaces algunos.
Lo que atrapa al lector en Un
millón de gotas, no es el morbo de leer algunas de esas atrocidades, es la
maestría con la que Víctor del Árbol mantiene el suspenso. Al pasar las
páginas, al llegar al punto final de un capitulo, el lector no querra cerrar el
libro. Algo terrible y secreto habita en cada personaje y es en cada palabra y
cada acto que la matrioska va mostrando su profundidad.
Con este libro me sucedió lo
que con pocos, me faltaban muchas páginas para el final, era un jueves y cerca
de las 9:00pm decidí que era el momento de descansar los ojos, el corazón y la
mente, debía descansar de ese viaje en el que uno se sorprende de la inociencia
de algunos personaje y se molesta con la aberración de otros. 20 minutos
después, la incertudumbre no permitió dormir. Debía terminar con la tragedia,
conocer los demonios que acompañaban a Elias Gil, entender la inflexibilidad de
Ana Ajmatova, reconocer en Gonzálo esa figura de héroe literario. Sentía el
corazón en la garganta, pasaba las página llegué a la última, y la matrioska me
mostró su última muñeca, ya era las 4:30am.
Liliana Tavera
Liliana Tavera
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